Cuantas veces oímos hablar sobre la estrategia que utilizó un equipo para atacar a su contrincante, o sobre la acertada táctica que realizo el mismo para vencer al rival. Pero, ¿sabemos en verdad de lo que estamos hablando? Antes de hablar de ello, tenemos que tener en cuenta las características y capacidades propias de cada atleta. Una buena forma de entenderlo es conociendo más profundamente el significado de la palabra “técnica”.

La técnica es la repetición sistemática de un determinado gesto deportivo. Esta técnica es propia de cada individuo y persigue el logro deportivo de la manera más eficaz y eficiente posible. Cada deporte o disciplina deportiva tiene su técnica específica y la misma nace desde movimientos más rudimentarios originados en nuestra infancia, como las habilidades motoras básicas. Queda mucho aclarar sobre la técnica especifica de carrera, pero ya la abordare nuevamente en futuras publicaciones.

Se creen erróneamente que los únicos deportes que poseen táctica y estrategia son los deportes colectivos, desconociendo que las mismas también están presentes en todos los deportes individuales y que el éxito competitivo depende directamente de ellas. Para poder saber que táctica debemos utilizar o cual es la mejor forma de elaborar nuestra estrategia, aclaremos conceptos.

Táctica: la definición precisa (según Sampedro 1999) es “la combinación inteligente de los recursos motrices, de forma individual y colectiva, para solucionar las situaciones de juego de forma actual que surgen de la propia actividad competitiva”. La propia definición nos guía hacia un tipo de deporte colectivo, pero analizándola nos damos cuenta que podemos encontrar similitudes en los deportes individuales. Podríamos entender a la táctica como la correcta utilización de nuestra técnica y diversos recursos deportivos, sobre la situación competitiva que se nos presenta. Lo más importante de este concepto es el “tiempo”, ya que la solución hacia un planteamiento táctico es casi inmediata y no puede ser “premeditada” sino que se resuelve inmediatamente. Aclaremos con un ejemplo.

Nos encontramos en una carrera de fondo y, tras plantearnos elevar el ritmo de carrera sobre el último tercio del recorrido para vencer a nuestro rival directo, podemos notar como el viento en contra se eleva notablemente dificultándonos ejecutar lo pretendido. Una correcta táctica podría ser mantenerse detrás de nuestro rival, cambiando nuestro ritmo de paso, para ahorrar energía hacia un futuro ataque cuando el viento disminuya.

Estrategia: “realización mental y motriz de un plan individual o colectivo para solucionar un problema” (Parlebas). Una palabra fundamental que caracterizaría a la estrategia es la planificación, que no es ni más ni menos que preveer, anticiparse a los problemas que puedan surgir, en este caso, en un evento deportivo. Algunos de los puntos más críticos a analizar a la hora de realizar nuestra estrategia de carrera son:

Condiciones ambientales: temperatura, humedad, presión, condiciones climatológicas, etc. Dependiendo de cada una de estas características, nuestro desgaste variará de forma considerable. No es lo mismo correr con 30º que con 5º. En el primer caso será muy importante controlar la hidratación y en el segundo la ropa que llevaremos de abrigo, por ejemplo.
Condiciones geográficas: altura media del circuito, desniveles dentro del mismo, etc. Pretender correr a la misma velocidad de carrera a los 3000 msnm que a los 0 msnm sin tener un entrenamiento acorde, sería seguramente una estrategia errónea.
Estrategia nutricional: la alimentación e hidratación para las carreras superiores a los 90´ son factores de gran importancia a la hora de planificar nuestra carrera.
Distribución energética: el planteamiento del ritmo de carrera dependerá de todos los factores anteriormente mencionados además del tipo de distancia a la cual nos enfrentaremos. No saldremos a la misma velocidad en una carrera de 21 km que en una de 5 km. Tampoco correremos a la misma velocidad en una carrera con mucho desnivel acumulado que en una totalmente llana. En este punto en particular, el conocimiento propio del atleta, como la experiencia acumulada, cumplen un papel fundamental en el momento de determinar nuestra intensidad de carrera.
Selección del material competitivo: calzado, abrigo, sistemas de cronometraje, etc. Si utilizamos un calzado muy liviano con poca absorción de impacto en una carrera de larga distancia sería muy arriesgado, u olvidarse el reloj después de plantearse una velocidad lógica por kilómetro sería un error comprometedor.
Como resumen general de todo lo expuesto podríamos decir que la mejor forma de actuar en un reto deportivo es fortaleciendo nuestras debilidades (entrenamiento de la técnica), previniendo nuestros errores (planificación estratégica) y pensando rápido en cada paso (resolución táctica) para no dar ventaja.